EL ANTÍDOTO DE LA ANGUSTIA ES LA FLEXIBILIDAD

En los últimos años, uno de los discursos más populares entre los pacientes es describir el sufrimiento como miedo a la incertidumbre. Ansiedad es otra palabra que aparece en la narración de las personas que buscan ayuda terapéutica. Pasaron los tiempos de las histerias conversivas, de las neurosis obsesivas y del complejo de inferioridad.

Lo de hoy es la ansiedad, descrita como un miedo inespecífico, una opresión en el pecho, ideas catastróficas y angustia porque la vida no resultó o no resultará según los planes.

Muchos aprendieron que si planeaban su futuro disminuiría su ansiedad. Quizá en la casa los convencieron de que si seguían la línea recta de la primaria-secundaria-preparatoria-licenciatura-maestría-doctorado, la vida estaría resuelta. Tal vez el sistema escolar no preparó a nadie para reaccionar en situaciones peligrosas o cambiantes y el modelo de perseverar para alcanzar, quedó rebasado por un mundo en caos y cambio constante.

Por la mala, muchos aprendieron que los planes fallan, que la incertidumbre es inevitable y que la única habilidad indispensable para la supervivencia es la flexibilidad: para adaptarse a los cambios y para tolerar la incomodidad que salir de la zona de seguridad provoca. La rigidez mental, las ideas fijas, las expectativas inamovibles y las actitudes necias, son causas de ansiedad.

¿Cómo desarrollar o fortalecer la capacidad de enfrentar eventos y retos impredecibles?

1. Aceptar la realidad – ver las cosas como son y no como nos gustaría que fueran. Ser realista sobre las opciones y recursos disponibles. Evaluar las propias fortalezas y limitaciones y las de los demás.
2. Tener una visión panorámica de la situación – frente a los sentimientos de estar atrapado, hay que tomar distancia, perspectiva y tener una visión menos pasional. Distinguir lo importante de lo que no lo es; lo que se puede controlar y lo que solo debe aceptase y buscar nuevas opciones para enfrentar los dilemas.
3. Orientarse a las soluciones – hay más de una forma de hacer las cosas. En vez de enfocar los problemas hay que concentrarse en las soluciones viables.
4. Detectar el ritmo de las cosas – a veces los cambios son rápidos y a veces parece que no pasa nada. Las acciones pueden producir buenos resultados o no. La paciencia para no presionar en exceso y esperar a que se abra una rendija de oportunidad es fundamental.
5. Monitorear los pensamientos – evitar los desmoralizantes, los catastróficos, la generalización, exagerar, pensar en blanco o negro. Solo empeoran cualquier situación, por lo que resulta mejor elegir formas de pensamiento realistas pero esperanzadoras.
6. Administrar la energía – Frente a la incertidumbre, hay que tolerar la imperfección. La claridad mental solo es posible para quienes saben tranquilizarse. Moderar el enojo y reconocer el agotamiento extremo se logra con estrategias de autocuidado (ejercicios de respiración, meditar, ejercitarse, descansar). Confiar en que se tiene la fortaleza para enfrentar y salir adelante de cualquier situación, es el principio para resolver la incertidumbre y el caos.