Las series amenazan con convertirse en un nuevo espacio de culto para quienes consideran ir al cine algo demasiado incómodo o algo del pasado, porque en dos horas es imposible contar algo tan complejo como Mad Men, o Breaking Bad o True Detective.
Confieso que siento algo cercano a la tristeza por haber ido tan poco a una sala de cine este año. Me tuve que resignar a ver películas que moría por ver en la pantalla grande en la pantalla chica, con la ayuda de uno de mis hijos que es algo parecido a un hacker, pero sin intenciones malignas. Mi mejor amigo y compañero de cine de los últimos 10 años murió de un infarto en agosto, teniendo apenas 52 y siendo uno de los tipos más saludables que conocía (gracias vida por tus perras sorpresas).
Pero un día me encontré con algo sorprendente, aunque lo estuviera viendo en un hotel de Oaxaca, en una computadora, en una cama, con un club sándwich a un lado (no estuvo nada mal, me sentía feliz). Encontré Fleabag por recomendación de Mauricio González (@mauroforever) en Amazon Prime y a diferencia de muchas otras series, fueron suficientes unos minutos para pensar: Ella me representa. La protagonista, una actriz y guionista inglesa de 31 años le habla al público, como hacía Frank Underwood en House of Cards, pero mejor. Porque es mujer, plena de defectos, porque parece una cínica pero en realidad es insegura y está llena de dolor, y porque por todo eso nos representa. A mí y a centenares de mujeres que recibí en el consultorio, a mis amigas con las que lloré mientras bebíamos porque el amor nunca ha sido ni será lo que esperamos. Porque somos más carentes de lo que nuestro feminismo explícito le hace pensar a los demás. Fleabag es una mujer que busca en el sexo indiferenciado la aprobación que no pudo recibir de su padre; la autoestima que su madre deprimida y suicida no estaba capacitada para transmitirle. Fleabag es incapaz de terminar con un novio pelirrojo y patético que le perdona todo pero que es más frágil y femenino de lo que ella tolera. No puede decirle que no a un tipo de dientes gigantes y cerebro pequeño que conoce en el transporte público, porque su soledad es mucho más dolorosa y su vacío es tan grande que hasta considera, porque se ríe de sí misma, ir a la fiesta de cumpleaños de su hermana acompañada de un perro que ve en la calle.
Dos hermanas que parecen la tesis y la antítesis pero que son casi idénticas en sus mecanismos de autodestrucción. Una parece perfecta, ha tenido trastornos de alimentación, es “exitosa” y gana mucho dinero para mantener a un marido inútil y adicto a la pornografía. Aparentemente a ella le va mejor que a la divertida, patética y miserable protagonista, al borde de la quiebra, al borde siempre de cualquier desgracia, producto de su falta de amor propio. Estas hermanas tuvieron una madre locuaz y creativa, pero posiblemente depresiva y quizá bipolar. Y un padre que una vez viudo, es incapaz de darles la contención y la aceptación que necesitan. El padre que pone por encima de ellas su propio bienestar, es producto de la ideología dominante de que si uno está bien los otros deberían estarlo, pero la realidad está lejos de este sofisma. El padre que las abandona, que para compensar sus culpas les paga cursos y conferencias de feminismo y de meditación trascendente. Todo es preferible a quererlas, apoyarlas, leerlas y verlas tal y como son. Un padre que elige a una nueva pareja, frívola y egoísta, que lo controla y le ordena lo que debe hacer, que compite con sus hijastras y cuya única motivación en la vida parece ser borrar el recuerdo de la madre suicida. Ay esos padres tan cobardes.
¿Es la huella del padre en la vida de las hijas suficiente para joderlas por siempre? En parte sí. Es posible suponer que la protagonista tiene las mismas tendencias impulsivas de la madre, porque se pone en el filo de la navaja, porque acepta una sexualidad de sometimiento, poco gratificante y riesgosa, originada en todos sus vacíos. Parece que elegir no es su derecho, porque se siente indigna de amor. Igual que su hermana, quien pese a parecer distinta porque gana dinero y viste con elegancia, es igual de destructiva con su persona y por eso elige a un hombre que no la ama y al que mantiene. Las vidas de ambas son muy tristes. Extrañan a su madre y se sienten desplazadas por la nueva pareja del padre. Se quieren pero son incapaces de demostrárselo y de estar ahí para la otra.
En alguna escena, por ahí del final, puede verse la maldad que surge de la inconsciencia, de la impulsividad y de una casi irreparable soledad. La letalidad de un humano a veces solo es producto de sus enormes vacíos. Nada queda a salvo, ni siquiera un mejor amigo o el proyecto de vida que se ha pensado como el sentido del futuro.
Fleabag somos todos, con nuestros grandísimos defectos, en especial el de la cobardía. Con la incapacidad – sobre todo femenina – de decir: me duele, no me gusta, no soy feliz, no es digno de mí. Solo para tener unos minutos de cariño o de algo que se parezca al cariño, o sea una cogida de quien sea.
Hasta los más jodidos del alma tienen redención y a veces en el camino, se encuentran a otros que están igual y entonces se reconocen y se pueden ayudar sin juzgarse. Un acosador puede acompañar a una traidora sin consciencia en la decisión de elegir la vida y no la muerte.
Fleabag nos recuerda nuestras partes más dolorosas haciéndonos reír y llorar un poco también. Esas partes ocultas que queremos negar y olvidar para poder sentirnos menos miserables.
Terminé de ver Fleabag y pensé que ser un traidor no le quita a nadie el derecho a redimirse y a aspirar a una vida mejor. Al contrario.
Excelente artículo. Todos estamos un poco dañados dentro, lo importante es saber cuándo buscar ayuda. Redimirse, y continuar.
Muy Feliz Año Nuevo Vale !!! Ya la extrañaba ! y si es una excelente referencia de muchas de nosotras,mil gracias ! Estoy en la etapa de la redención . Un gran abrazo !