Qué le pasa a las parejas

antes del atardecer

 

El amor nunca es libre. Por eso no me gusta. Uno se aleja de sus cosas. De sus gustos. De sus gentes. Es un gran lagarto. Que todo se lo traga. No me gusta el amor. Ese dormir en brazos de un desconocido, que posee todo lo que nos hace falta.

Silvia Tomasa Rivera

 

 

Cada vez entiendo menos a las parejas. Vaya problema, porque entre otras cosas, trabajo con ellas en el consultorio.

Me intriga cómo le hacen para permanecer juntos, cuando han llegado a puntos tan deteriorados en su relación. Cómo logran acumular ofensas, cuentas pendientes, enojos, frustraciones, cosas sin decir, silencio y desamor.

Me inquieta mucho escuchar las listas infinitas de peticiones que se hacen el uno al otro. Todo lo que se espera que el otro haga, diga, sienta y piense. Peticiones que en el fondo hablan de insatisfacción personal y de un deseo de control y de poder sobre el otro, disfrazado de necesidad emocional.

 

Las mujeres en eso de las listas, somos una pesadilla. Tenemos mucho más detallado el mapa de cómo nos gustan las cosas. Muchos y más estrictos controles de calidad sobre qué hace y cómo debe verse un hombre que en verdad nos ama.

Como la pareja de Mario, que siempre le está cobrando lo que le debe en términos afectivos. Para ella lo que él da, nunca es suficiente. Siempre pudo haber sido más lindo, más cariñoso, más entregado. Mario frente a la insatisfacción permanente de su mujer, siente que cualquier esfuerzo que haga, será en vano. Mario, el de las poquísimas palabras y la dificultad para sentir y expresar lo que siente, deja de intentar cumplir con las peticiones. Y se arma la guerra del desamor.

 

Poco hemos entendido, aunque proclamemos lo contrario, que aunque siempre tenemos como referencia a los otros, sentirnos bien o mal con nuestra vida, es un asunto bastante personal y un gran reto. Enfrentarse con la propia existencia, con el sinsentido, con el aburrimiento, el desánimo y  las dificultades es fundamentalmente, un acto individual.

Cuando se tiene una pareja, la tentación de proyectarle todos estos sentimientos es muy grande.

Dame, mírame, quiéreme, diviérteme, cuídame, ámame, cómprame. Y a veces en el tono más autoritario que podamos imaginar.

 

He oído sobre todo a las mujeres,  quejarse de no ser miradas por sus maridos. No se dan cuenta de que ellas tampoco los miran, que rara vez toman iniciativas en cualquier terreno. Que están esperando aún que él sea quien promueva el sexo, las vacaciones, la ida al teatro o comprar algo que necesitan los dos.

He escuchado a muchos hombres quejarse de las necesidades de comunicación de sus mujeres. Muchos quisieran llegar a casa y que nadie los molestara ni les dirigiera la palabra.

Hombres y mujeres emparejados creen tener el derecho de aconsejar o hasta de regañar al otro, como un padre o una madre lo haría con un hijo pequeño. Son clichés, pero observables en la clínica muy frecuentemente.

 

Que difícil es verse a uno mismo,  narcisismo en pleno.  Sí, ese monstruo que habita en todos y que nos dice que tenemos la razón, que lo nuestro es más importante o urgente, que las palabras más importantes son las que yo digo y no las que soy capaz de escuchar.

Qué poco sabemos callarnos. Qué poco capaces somos de escuchar y comprender. Cuántas necesidades infantiles de amor incondicional le colocamos a nuestra pareja. Qué poco adultos somos para asumir nuestra responsabilidad.

 

La verdad que en el fondo, la cosa debería ser más simple.  Me gusta lo que eres y cómo eres, o no.  Y a partir de la respuesta, seguir adelante o irse. La cosa es que no nos vamos. Nos quedamos porque a lo mejor después se pone bueno. Porque quizá cambiará hacia donde yo necesito. Nos quedamos, dejando pasar muchas señales de alerta, porque nos apasionamos y dejamos de pensar en el después.  Nos quedamos para frustrarnos por todo lo que no es.

Hay tiranías por todos lados. La de la sonrisa permanente, la de la obligación de ser feliz, la de la vida exitosa, la de ser pleno en el amor .

Si yo no pido que me llenen el vacío.  Si puedo escuchar más y hablar menos. Si demando menos y recibo lo que hay. Si contengo mi voracidad y me vuelvo un poquito más generoso, si todo eso y un poco más de eso, quizá sea capaz de hacer pareja en formas más gozosas y menos exigentes.

 

Es altamente probable que hable desde mi condición personal y profesional. Pero en serio, cansa ver a tanta y tanta gente exigiendo y demandando del otro. Cansa y decepciona la poca disponibilidad a la conversación franca y a la cara. Cansa que sigamos pensando que la felicidad está en el otro y no en lo que entre los dos construimos. Cansa porque la vida es finita y porque perdemos el tiempo en nada.

Seguiremos buscando el amor, creyendo que nos enamoramos, quejándonos de nuestra pareja, creyendo que la felicidad está en otro lado. Tal vez así estamos hechos.

Así que sabiendo que nos falta tanta madurez e inteligencia para amar, podríamos tomarnos menos en serio todo lo que pensamos sobre el amor. Podríamos reírnos tantito de los errores que hemos cometido. Nadie nos decepciona, porque las expectativas y las ilusiones, son propiedad personal y privada. Si asumimos eso, seremos menos víctimas y más sujetos libres para construir nuestra realidad.

 

5 respuestas a “Qué le pasa a las parejas

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  1. El susto del amor es todo un tema.
    Hay tanto desamor porque la gente cree que es un sentimiento, y el amor no es un sentimiento, es una acción, una decisión.
    El amor es paciente y bondadoso, no es envidioso ni jactancioso; no se envanece; ni hace nada impropio; no es egoísta; ni se irrita; no es rencoroso; no se alegra de la injusticia, sino que se une a la alegría de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo soporta. El amor nunca dejará de existir.
    Y, si así es el amor, entonces por qué tanto desamor? Por el egoísmo de la gente. Por qué solo buscan su propia satisfacción, y jamás piensan en su pareja…
    El día que dejen de pensar en el yoyo… Yo quiero, yo merezco, yo siento… Y empiecen a ver por su pareja, y ese accionar sea mutuo, entonces encontrarán el amor…
    El más claro ejemplo del amor, es Dios mismo, que no le importo dejar su trono, y vino a la tierra, y dio su vida por cada uno de nosotros, para podernos redimir de pecado, y así ser merecedores de la vida eterna. Que hizo? Dio antes que recibir…!!! La clave, dar antes que recibir, y gozarte con la alegría de tu pareja…

  2. Cierto. El amor es un acto de la voluntad, Podemos decidir amar a nuestro prójimo, desearle el bien, ayudarle. Pero cuando se trata del amor de pareja, los sentimientos, afinidad y metas en común juegan un papel preponderante. Ya que es la única relación que conlleva a la intimidad de cuerpos. Esta última es imposible alienarla del sentimiento. Llega un punto que la voluntad no es suficiente. Yo pase años intentando seguir amando a mi pareja por pura voluntad. Pero el intento me termino por destrozar. Entregarse sin sentir, es una de las experiencias más dolorosas que existen en la vida íntima de la pareja. Y entonces esa promesa que hice a mis veintitantos, cuando yo era otra persona, me fue imposible de sostener, Decidí terminar, no por egoísmo, sino porque no era justo para nadie. Seguir con alguien con quien ya no deseas compartir, con quien no sientes deseos de estar, sin admiración, ni complicidad, resulta absurdo. Y si , mucha gente me juzga como egoísta, sin embargo, por primera vez en mucho tiempo me siento en paz. He dejado de pretender, de fingir, de seguir con alguien solo porque debo amar.

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