Se consume de culpa cada que recuerda que no pudo enamorarse de él por más que lo intentó. Quizá se lo debía, como parte de la ley del karma: El bien con bien se paga, o algo así. Porque él trajo cosas buenas a su vida, masivamente, a borbotones. Quizá ese fue el problema: él se ofrendaba y se entregaba completo porque creía que así la volvería loca de amor. Ignoraba –él y ella también– que no puede desearse lo que se tiene en abundancia y sin límites.
Sigue recordando los detalles, porque necesita saber por qué lo dejó, siendo el buen tipo que era. Todavía lo escucha decirle: “Te acompaño” “Te llevo” “Te recojo” “Voy a darte un beso antes de irme al trabajo”. Todavía siente en el pecho, como poco a poco se iba asfixiando ante ese amor torrencial. No estaba lista para tanta cercanía; llevaba una década sin vivir con nadie, sin una pareja estable. Eso también lo ignoraba y como una tonta creyó que ya era momento de asentarse y volver a emparejarse en toda forma. Un día él le dijo que se casaran, 12 semanas después de empezar la relación y así como si nada, ella dijo que sí, emocionada, arrebatada por el momento y sin pensar en nada más. Volverse a casar sonaba bien, con un buen hombre que la adoraba, alejar la soledad que a veces se la comía por dentro.
Fueron al cine a ver “Blue is the warmest color”, la película francesa que había convulsionado a Cannes ese año. Larga, cruenta y espectacular. Salieron después de tres horas, ella entusiasmada con el realismo, la brutalidad y la inteligencia de la película. Él medio decepcionado, no le había gustado casi nada porque le pareció “pretenciosa como todas las películas francesas”. Se le heló el alma y trató de convencerlo de que era un peliculón. La verdad es que daba igual si compartían gustos cinematográficos o no. El problema era que no se comunicaban bien, que él se reía de cosas que ella no, que le parecían interesantes historias que para ella eran banalidades. Que cuando intentaba comprenderla, le salían unas palabras muy extrañas que no la consolaban ni un poquito.
Una mañana de domingo, después de celebrar su cumpleaños 39, ella se quedó en la cama mientras él lavaba los trastes. Entendió, no sabe ni cómo, que lo quería pero no lo amaba. Que Darwin jamás los hubiera juntado y que aunque la idea de la complementariedad tenga tan buen nombre, es muy difícil enamorarse de alguien tan diferente a uno.
“¿Quieres ir a patinar? dijo. Ella se quedó muda, inmóvil. Sabía que muy pronto llegaría el final.
Me encanta tu columna, soy tu fan, porque dices tantas verdades que a veces no puede uno aceptar, a lo largo de mi vida, he aprendido a aceptarme, a disfrutar mi soledad y tu columna me ayuda mucho a entender cosas que no quiero ver, en el libro de Clarissa Pinkola «Mujeres que corren con los lobos» que para mi es la biblia de la mujer, ojala
todas la leyeran y así entenderían muchas circunstancias de la vida.
Totalmente identificada con la culpa de dejar al «hombre bueno». El «yo te llevo», «me encanta estar contigo» y otras frases producen asfixia y un sentimiento de culpa al rechazar tales muestras de afecto. A mi me llevo mucho, mucho mas tiempo tomar el valor para ponerle fin.
Sabes, mucho se habla y escribe sobre la mujer que decide terminar con una relación donde era maltratada, o de las mujeres que viven el abandono y olvido de sus parejas, pero poco se dice de las que decidimos terminar simplemente por no querer seguir a lado de alguien a quien ya no amamos. Esto resulta muy difícil de afrontar, pues pareces no tener razones “de peso” para dejarlo, más aun cuando hay hijos. Te sientes egoísta y culpable de causar tanto daño. Sentirte amada y no poder corresponder es un sentimiento aniquilante.
Maravilloso lo que escribes, estoy de acuerdo y hay q romper ese mito tan absurdo del deber estar con alguien completamente diferente a ti para complementarse. No funciona !! En lo personal viví un caso así y termino desgastándonos, afortunadamente no me casé con esa persona. Cada quien tomó su camino.
Algunas veces es mejor estar sola, pero por el miedo a herir sentimientos seguimos en alguna relacion que realmente no nos satisface en ningun aspecto
Estoy pasando por una separación, en dónde las diferencias de gustos y personalidades terminaron por caer una fractura en la relación, aun sabiendo la diferencia de educación y costumbres que teníamos, mantenía la esperanza que el amor que le tengo iba a poder más que lo negativo y lo nuestro iba a funcionar, sin imaginar que eso solo traería consigo frustración, tristeza, falta de comunicación, y una serie de conflictos sin conclusiones, este artículo trajo para mi un consuelo para mí corazón, el cual está en reparación.
Me alegro! paciencia!