John Lithgow y Alfred Molina protagonizan este retrato del amor. Un amor alejado de la cursilería y de los lugares comunes que nos devoran el cerebro y que nos llevan a pensar – para mitigar la angustia de existir – que una relación amorosa es un ente resplandeciente. Sí que lo es, y cambia la vida, y saca nobleza y generosidad donde parecían no existir, y le devuelve los colores a algunas cosas deslavadas por la repetición. Pero además, y de eso se encarga el guión y la dirección de Ira Sachs, la vida en pareja está llena de situaciones inesperadas, jodidas, que ponen a prueba la fortaleza y la esperanza.
Love is Strange (2014) es el relato sencillo, profundo y desgarrador, de una pareja gay que ha aprendido a conocerse y a aceptarse, con todo lo que podría decirse sobre conocerse (el mundo íntimo, al que casi nadie entra) y aceptarse (las pequeñas traiciones, algunas separaciones, las mil manías y las dificultades incesantes del vivir).
Vi esta película hace como 6 meses. Hoy es sábado y por razones personales, puedo conectarme con gozo y sin esfuerzo a la idea del amor como un largo y sinuoso camino, que transforma a quienes tienen el privilegio de topárselo y abrirle la puerta, en seres más compasivos. Amar a otro como es, constituye uno de los mayores retos de la especie humana.
Creo que desde la trilogía de Linklater, el tema de la pareja no me estrujaba así. Véanla y me entenderán.
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