LA HUELLA DEL PADRE EN LA VIDA DE LA HIJA

La huella del padre en la vida de la hijia imagen

Así se llama una vieja compilación de textos de la AMPIEP (Asociación Mexicana para la Práctica, Investigación y Enseñanza del Psicoanálisis).

El título se me vino a la mente al ver la interacción juguetona entre una padre y su hija de alrededor de unos 10 años.

La hija se comunicaba con su padre exigiéndole atención inmediata, gritándole si necesitaba algo y casi regañándolo si no acudía veloz a su llamado de “auxilio”:

  • ¿Trajiste la ropa que dejé en la otra alberca?
  • No Ana, no la traje.
  • ¡Papá! ¡Es mi ropa favorita!
  • Calma Ana, ahora voy por ella y la traigo.

A simple vista parece tratarse de una niña caprichosa, demandante, que trae jodido al padre por razones desconocidas. Son puras suposiciones las que pueden hacerse frente a un diálogo así de breve.

El padre parecía genuinamente interesado en asegurarle a su hija que él resolvería cualquier cosa que ella necesitara.

La niña lo sabe. Pide porque sabe que habrá una respuesta congruente y empática con sus necesidades.

Por cierto que los agujeros en el sí mismo (self), eso que en la cultura popular se llama falta de autoestima, tendría que ver en parte, con que este diálogo hubiera caminado por otro sendero. Por ejemplo el padre ignorando a Ana, el padre regañando a Ana por no haber traído la ropa ella misma, o la propia Ana siendo incapaz de pedirle algo al padre para asegurarse de su amor.

Padre e hija juegan en la alberca. Se empujan para ver quién tira a quién. Ella cae al agua, después él. Disfrutan un rato, se ríen, lo pasan bien.

Un rato después, Ana se va al baño y al regresar, se resbala y cae por una escalera. Es un pequeño accidente sin consecuencias pero Ana sabe que en el papel que representa, le toca llorar y esperar a que el padre venga a rescatarla. Y él llega y la rescata. La levanta, la abraza, le dice que no pasó nada. Ella sigue llorando desconsolada hasta que él la levanta, la carga y la lleva hasta donde está el resto de la familia.

Transcurre un rato. Ana se aburre y ahora quiere ir de regreso a la otra alberca. Toma camino sin preguntarle a nadie si vienen con ella o no.

  • ¿A dónde vas Ana?
  • A la otra alberca papá. Ven conmigo.
  • En un rato, espérame un poco.
  • ¡Papá! ¡Ven ya!

Ana emprende el camino hacia la otra alberca. Su padre se levanta y va tras ella…

La huella del padre en la vida de la hija es brutal y se construye de interacciones tan sencillas como las antes narradas. A veces nos imaginamos que la presencia emocional es algo mucho más sofisticado cuando en realidad se trata de estar disponible para los hijos, de ser capaz de ejercer una paternidad oportuna que responda a lo que la hija vaya necesitando.

También hay que agregar que los juegos de poder en los que los padres se sienten manipulados y frente a los que deciden no ser complacientes, son necesarios también para organizar el sentido de los límites de la niña. Pero demasiada frustración deriva en abandono y en la sensación de no ser visto y de no existir.

No sabemos si Ana es una tirana porque tiene una padre entregado y abnegado. No sabemos si el padre es así con ella como producto de la culpa que le genera nunca estar en la casa entre semana y quizá está compensándola en estos días de vacaciones. No sabemos si las mujeres son las que tienen el poder en la familia de Ana y el día que se convierta en mujer, traerá en friega al novio en turno, acostumbrada a que se cumplan todos sus deseos casi de inmediato.

Es imposible armar una viñeta clínica de una observación tan corta. Lo que sí ocurrió fue reflexionar sobre padres e hijas. Sobre la importancia de que las niñas se sientan queridas y aceptadas por sus padres. Sobre lo relevante de que el padre pueda ejercer una relación amorosa con sus hijas a pesar de la presencia de la madre, que a veces tiende a monopolizar el territorio de los afectos y la ternura.

La huella del padre en el desarrollo de la hija es crucial.

Tal y como lo describe Heinz Kohut en “La restauración del sí mismo”: La respuesta deficiente del padre a causa de poca empatía hacia la niña, produce un hueco en el desarrollo del sí mismo, una debilidad en las capas básicas de la personalidad, que impide después el despliegue de talentos en grado suficiente, con un nivel aceptable de seguridad en la valía personal y sin tantos fantasmas de inseguridad, persecución y miedo al rechazo o a la invisibilidad.

Vale Villa es psicoterapeuta individual, familiar y de parejas

Citas y contacto: valevillag@gmail.com

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