Marathon Blues

Marathon blues Está descrito en artículos especializados de sitios y revistas para corredores. Poco o nada hablan de los aspectos emocionales excepto por unas cuantas frases sobre falta de energía, agotamiento o estado de ánimo triste. Es obvio que se necesitan un par de semanas de descanso y un mes para retomar el entrenamiento. Quizá de lo que no se habla tanto es de la sensación de vacío que queda después de correr tantos kilómetros tras un entrenamiento largo y demandante.

Personalmente, todos y cada uno de los problemas y proyectos pendientes que hay en mi vida, quedaron es pausa voluntaria y estratégica: nada me desconcentraría de mi objetivo, así que todo se volvió secundario por lo menos unas semanas. Tuve la satisfacción de correr una gran carrera. Me sentí muy contenta, más que con el tiempo en el que corrí, con haber descubierto mi ritmo de maratón y haber sido capaz de sostenerlo durante 42 kilómetros. Mi gente querida, que siguió mi carrera kilómetro por kilómetro, sintió emoción por la misma razón: en primer lugar, porque terminé. En segunda porque nunca paré y sostuve el mismo ritmo casi de principio a fin. Así que no tengo ningún pendiente ni como corredora ni emocional sobre el logro de haber corrido el maratón más bonito del mundo. Lo que tengo ahora es un cansancio emocional tan grande como el agotamiento físico de los días más duros del entrenamiento. Se abre una especie de agujero. Un hueco enorme que se llena de interrogantes: Ahora qué sigue. Querré seguir corriendo a este ritmo o le quiero bajar. Me dedicaré a nadar o a hacer yoga. Y se suma, creo, lo más complicado: ya no hay pretexto para dejar de enfrentar los problemas y pendientes que se quedaron en el limbo durante un rato. Ahora aparecen como siguientes metas resolver todo lo que antes de correr, parecía un estorbo para el desempeño. Decisiones aplazadas, trámites agotadores que consumen tiempo, la definición de situaciones que son ambiguas y que de repente, urge resolver. Salir triunfante de una carrera es algo que difícilmente puede ser descrito. Sintetizándolo, diría que te vuelve muy fuerte y quizá te da claridad sobre objetivos y metas que antes solamente estaban en el nivel de lo fantasioso o hasta de lo imposible. Tampoco es que ser maratonista te vuelva capaz de todo, porque siempre hay cosas imposibles de hacer, por las limitaciones naturales de lo interno y de lo externo.

Tal vez agregaría que la depresión post maratón, tiene que ver con la tristeza de ver que culminó un capítulo precioso de la vida. Igualito que después de tener un gran orgasmo, o de vivir un momento pleno de amor erótico o filial. La tristeza de lo que termina, la fugacidad que caracteriza a la felicidad cuando es intensa.

Ahora toca pensar en metas cortas y en pequeños objetivos, para poder ir aclarando cuál será la siguiente ilusión que animará los pasos en los días por venir. No se puede estar ambicionando el pastel completo todo el tiempo, porque el corazón y el cuerpo se cansan. Vienen los días de menos es más. Y quizá en unos meses, lanzarse a un nuevo reto, indispensable para cierto tipo de personalidades. Léase: ambiciosos, hambrientos, competitivos y aterrados por la palabra rutina.

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