SOBRE LA IMPORTANCIA DE NO SER UNA PUTA

MUJERES

Decirle puta a una mujer es una agresión, una forma de control y reflejo de misoginia internalizada: las mujeres reproduciendo el discurso masculino que denigra a las mujeres, para autodestruirse como género.

Acaba de publicarse el estudio “Good girls, gender, social class and slut discourse on campus” en el Social Psychology Quarterly, Junio 2014 (Niñas buenas, género, clase social y el discurso de la puta en el campus). Las autoras de las investigación son Elizabeth Armstrong y Laura Hamilton, quienes durante 5 años observaron y entrevistaron a 53 jóvenes universitarias para medir el acoso que se practica con el uso de la palabra puta (slut) para producir vergüenza. Un hallazgo importante fue que hay una utilización clasista del término. Las chicas con más recursos financieros llaman putas a las jóvenes con menos capacidad económica haciendo referencia a su mal gusto para vestirse, a su aspecto “corriente” (trashy). Las jóvenes pobres son excluídas hasta del saludo en los dormitorios universitarios y son blanco de campañas de desprestigio por sus hábitos sexuales “poco discretos”.

Las jóvenes adineradas aceptan en los cuestionarios tener de hecho mucho más sexo que las jóvenes en desventaja económica solo que cuidan su imagen mucho más, negando frente al grupo tener relaciones sexuales con varias parejas con las que no hay una relación comprometida. Ricas y pobres practican casi en su mayoría el “slut shaming”: Generar vergüenza llamándole puta (o zorra) a una compañera por su supuesta actividad sexual.

¿Quién es una puta? ¿Alguien que ha tenido más parejas sexuales que el promedio? Alguien que tiene actividad sexual sin que haya una relación comprometida? ¿Alguien que viste provocativamente o que baila seductoramente en una bar? ¿Alguien que expresa opiniones liberales respecto de la sexualidad? ¿Alguien que permite la penetración vaginal?

Se utiliza el término sin tener una definición clara. Decirle puta a alguien es hacer referencia a un arquetipo casi mítico que hay que atacar por mandato cultural.

Lo que sí tienen claro las mujeres es que se lastiman profundamente entre ellas llamándose putas. Las que tienen dinero se sienten con el derecho de hacer lo que sea, mientras lo hagan con estilo y discreción.

La putería tiene poco que ver con la conducta sexual en la vida cotidiana. Es un insulto brutalmente omnipresente, extendido, dominante, preponderante, con profunda influencia en el autoestima de las mujeres, que se comparan todo el tiempo con una “puta mítica” que nadie sabe bien a bien qué hace pero a la cual todos se refieren.

Puta es una expresión misógina. Un arma que se usa para controlar a las mujeres y para establecer jerarquías de clase. La vergüenza por ser llamada puta está internalizada y surge de la opresión sufrida por las mujeres en el ejercicio de su libertad. Hace referencia entre otras cosas al doble estándar moral para hombres y para mujeres. A los hombres no se les llama putos por acostarse con muchas mujeres, sino de forma peyorativa y como equivalente de cobardía, homosexualidad o como el gran insulto al ser comparados con las mujeres. A los hombres muy activos sexualmente se les llama casanovas o donjuanes, pero no putos.

Las mujeres, al llamarse putas entre sí o al permitir que se les llame así, erosionan el poder que deberían tener sobre sus vidas. Puta es una palabra que engloba prejuicios de género, discursos dominantes opresivos para las mujeres y la crueldad colectiva, que tiende a destruir a los más débiles.

Algunas de las ideas que conforman el discurso que hace de la palabra puta un insulto y una degradación femenina, se refieren a mujeres que disfrutan el sexo y no lo ocultan. A mujeres que no se respetan a sí mismas porque usan ropa reveladora. A la creencia violentísima de que una mujer que no se viste discretamente es culpable de las faltas de respeto y agresiones sexuales por parte de los demás.

El juicio devaluador de los hombres sobre las mujeres es condenable e inaceptable; el juicio y el ataque de mujeres en contra de mujeres, es un acto de autodestrucción psicótica, porque muchas – sin darse cuenta – reproducen las desigualdades sociales y no son solamente víctimas del dominio sexual masculino.

Generar vergüenza al llamar puta a una mujer es una forma de acoso moral y una expresión de violencia psicológica. Llamarse putas o zorras entre mujeres, las convierte en blanco y en perpetradoras de violencia.

Una de las causas puede ser el sexismo internalizado y reproducido para buscar la aprobación masculina. Si yo digo que ella es una puta, creo convertirme automáticamente en honorable o decente frente a la mirada de un hombre.

La igualdad sexual sigue siendo imposible entre otras cosas por este tipo de prácticas discriminatorias que pueden engendrar conductas de odio y destrucción.

Por ejemplo el caso de Elliot Rodger, quien el pasado 23 de mayo, mató a 7 personas en Santa Bárbara California y después se suicidó. Rodger declaró en un video “que asesinaría a todas y cada una de las putas rubias que se habían negado a acotarse con él”.

Desterrar la palabra puta de tu vocabulario tiene mucha más relevancia de la que seguramente habías pensado.

Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa

Contacto y citas: valevillag@gmail.com

 

3 comentarios sobre “SOBRE LA IMPORTANCIA DE NO SER UNA PUTA

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  1. Hola Vale:

    Me atrevo a diferir contigo, mi opinión (personal claro), es algo diferente. Para mi, al decirme que una mujer es puta, es una mujer tremenda en la intimidad y si para la mayoría es algo denigrante para mi es algo que las hace más interesantes, porque si les llaman así es porque le tienen envidia, coraje o no aceptó algo. Además cuando una mujer te dice que es tu puta, es porque la conquisté y me gane su intimidad.

  2. Definitivamente de acuerdo, Las palabras son una expresión del hombre para comunicarse en cualquier ámbito de la vida. Mas no para llamar de forma despectiva a otra persona del genero que sea, clase social, étnica. etc etc.

  3. Sin duda. A muchos hombres nos cuesta trabajo no hacer lo necesario para cambiar nuestras conductas misoginas y las «herencias» acumuladas y llenas de costras en nuestro usb y consciente hacen lo suyo. Gracias, te leo y a veces me haces chichones por las pedradas pero así aprendemos, como en la ciencia: acierto-falla-acierto-falla

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